"VENGA A NOSOTROS TU REINO"
En dos sentidos se puede entender esta petición: o en el sentido de que Dios reine sobre nosotros, o en el sentido de que nosotros reinemos con El, de modo que escuchemos estas palabras: "Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que os está preparado desde la creación del mundo" (Mt.25,34)
En realidad los dos sentidos se completan, pues el reino de los cielos ha comenzado ya, pero todavía no ha alcanzado su perfección o plenitud. La alcanzará cuando, no solamente reine Dios sobre nosotros, sino, que también nosotros reinemos con El. En el primer sentido le pedimos a Dios que reine sobre todos nuestros sentidos y potencias para que los gobierne según su voluntad, y que este reinado suyo se extienda a todas las almas que todavía no le conocen o no quieren someterse a su gobierno. En el segundo sentido, le pedimos que nos dé cuanto antes la posesión de su reino, que consistirá precisamente en la vista y posesión de Dios por toda la eternidad.
Y no temamos que nos resulte el cielo aburrido por ser eterno, porque cuando se ama a una persona, toda la vida parece corta para estar con ella, y cuando se ama a Dios, la eternidad parece corta para estar con El.
Dice San Juan de la Cruz que si tuviéramos una remota idea de lo que es la belleza infinita de Dios, desearíamos sufrir mil muertes dolorosísimas, aunque sólo fuera por verlo un instante, y después de haberlo visto, desearíamos otras mil muertes sólo por volverlo a ver.
Después de considerar la felicidad que nos espera, no podemos por menos que decir con San Pablo: "Y también nosotros, que hemos recibido las primicias del espíritu, gemimos en nuestro interior, suspirando por la adopción, la redención de nuestro cuerpo" (Rom. 8,23). Según San Pablo, la esperanza es el yelmo de salvación, pues asi como el yelmo cubre la cabeza y sólo deja una rendija para ver, así la esperanza aparta nuestra vista de todo lo terreno, para ponerla sólo en el cielo, y nos hace desear "ser desatados de este cuerpo y estar con Cristo". Gracias a ella podemos "gloriarnos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia y la paciencia una virtud sólida, y la virtud sólida la esperanza" (Rom.5,3-4).