Propósito que hacen todos los devotos de Santa Teresa para asegurar mejor su salvación.
Yo,.................................. en la presencia de Jesús, de Teresa y de Teresa de Jesús, hago firme propósito, cueste lo que cueste, aunque se hunda el mundo, de hacer cada día de mi vida un cuarto de hora de oración para asegurar mi salvación eterna por este medio, el más fácil, seguro, y eficaz de santificación, según la doctrina de la Doctora de la Iglesia Santa Teresa de Jesús, que enseña: "Dadme cada día un cuarto de hora de oración y os daré el cielo; alma que tiene con perseverancia oración está salvada". Este es mi irrevocable propósito, que prometo cumplir con fidelidad todos los días de mi vida, con la ayuda de Jesús, María, José y Teresa de Jesús.
Diálogo primero: instrucción que Santa Teresa da a una de sus hijas sobre la oración.
- Santa Teresa, enséñame oración. No sé orar y me han dicho que tú enseñas al que te lo pide, porque eres Dra. de oración.
- Gran consuelo me das con tu deseo de saber orar porque revela tu deseo sincero de salvarte, pero no has acertado del todo en la elección de maestra tan soberana y necesaria virtud.
- ¿Por qué? ¿No eres tú aclamada madre de los doctores místicos? ¿A quien debo acudir entonces?
- Debes acudir al que fue mi maestro, mi guía y consejero en este camino de oración, al glorioso Patriarca San José, mi verdadero padre y Señor. Acude a San José, que te ayudará a orar, como me ayudo a mí, pues, toda su vida fue una continua oración.
- bien, me encomendaré todos los días a San José para que me enseñe a orar, pero quiero oír de ti las advertencias que debo tener presentes para que sea fructuosa mi oración.
- Hay dos maneras de oración: mental y vocal. La oración mental no es otra cosa, que una consideración con la cual el alma, puesta en la presencia de Dios, advierte con quién habla, lo que pide y quién es quién pide y a quién pide. La vocal es la que se hace con la sola voz. Aquí tratamos solo de la oración mental, por ser la esencial, porque con la vocal, se concluye la mental.
- ¿Cómo es esto? Yo he oído decir que basta rezar vocalmente, y que esto de oración mental es bueno tan sólo para los que viven fuera del bullicio del mundo.
- Te repito, que como sea verdadera oración, ha de ser con consideración, por que si uno, rezando, no advierte con quien habla, ni lo que pide, poco tiene de oración aunque mucho mueva los labios; porque aunque algunas veces sí será aunque no lleve este cuidado, más es habiéndole llevado otras: más quien tuviese la costumbre de hablar con la majestad de Dios como hablaría con su esclavo, que no mirar si dice mal, sino lo que se le viene a la boca y tiene aprendido por hacerlo otras veces, no lo tengo por oración, y plegue a Dios, que ningún cristiano la tenga de esta suerte, porque sería gran bestialidad. Todos pues, los que rezan vocalmente, deben hacerlo mentalmente también. Ningún cristiano, por consiguiente, puede excusarse bajo ningún pretexto de tener oración mental. Todos deben procurarla aunque no tengan virtudes, porque es principio para alcanzar todas las virtudes y cosa que os va la vida en comenzarla y ningún cristiano, por perdido que sea, la ha de dejar.
- Pero algunos me dicen que hay peligros en este camino: ¿Es cierto?
- No debes hacer caso de estos miedos y peligros; porque, si por este camino, que es el Real y el seguro para ir al cielo, por el que fue nuestro Rey Jesús y los escogidos y Santos y en él dicen hay tantos peligros; los que pretende ir al cielo sin este camino, ¿Qué son los peligros que llevarán? Son muchos más sin comparación, sino que no los entienden hasta dar de ojos en el verdadero peligro. Pues alma sin oración no necesita de demonios que la tienten para ir al infierno, que ella sola se meterá en él sin advertirlo.
Así es, que no te engañe nadie en mostrarte otro camino sino el de la oración. Este es el deber de todos los cristianos, y quién te que dijere que este camino es peligroso tenlo a él por él mismo peligro, y huye de él. Peligro sería no tener humildad y otras virtudes, más camino de oración, camino de peligro, nunca Dios te faltará. El demonio ha inventado estos temores, porque sabe que alma que tenga con perseverancia oración, la tiene perdida, pues por miles de pecados y caídas que tenga, en fin, tengo por cierto, que la sacará el Señor a puerto de salvación.
- ¿Es entonces, muy necesario perseverar en la oración?
- Tanto como el salvarse. Yo te lo aseguro, y Dios sabe qué no miento; aunque seas gran pecador y estés lleno de vicios y defecto, te corregirás de ellos y te salvarás si no dejas la oración. Una de dos o dejarás la oración o el pecado. Lo se por experiencia, pues mi alma era mejor, así que se daba a la oración se volvia peor tan pronto como aflojaba en ella.
El cuarto de hora de oración es de todas las devociones la más útil y necesaria: no excluye a las demás, pero debe ser preferida a todas, porque encierra en sí mismo el medio de salvación más eficaz, más fácil, más indispensable y más universal.
Pruébalo y lo verás por consoladora experiencia, y comprenderás entonces, con cuánta verdad afirmaba: dadme cada día un cuarto de hora de oración mental o meditación y yo os daré el cielo. Es cosa que te va la vida, tener oración: por eso en nada hallarás tanta repugnancia y dificultad: el mundo, el demonio y tu propia sensualidad te moverán cruenta guerra, así que vean que de te das a la oración. Todas las prácticas de piedad te dejarán sin inquietarte en su ejercicio, menos la oración. Lo que más tiene el demonio; por qué alma que persevera en la oración, esta salvada, lo no puede decirse de otras prácticas de piedad.
- ¿A qué se debe esto?
- Porque cabe ser muy devoto y muy malo: confesar, comulgar y rezar muchas oraciones y vivir en pecado mortal: mas no hacer oración diaria y perseverar en el pecado, porque dejarás la oración o el pecado: pecados y oración no se compadece. Por eso te repito, que en ninguna cosa hallarás tantos estorbos como en el ejercicio de la oración, Pero yo te indicaré los medios de superarlos y de burlar los ataques de los enemigos de tu salvación.
- Dímelos cuanto antes, porque estoy dispuesto a hacer todos los días el cuarto de hora de oración, cueste lo que cueste.
- Has de hacer cuenta al comenzar oración, que comienzas a hacer un huerto en tierra muy infructuosa y que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor, y que su Majestad ha de arrancar las malas hierbas y plantar las buenas; y con la ayuda de Dios, debes procurar que crezcan estas plantas y regarlas para que no se sequen. Más advierte, que si quieres perseverar en la oración y llegar a beber del agua de la vida eterna, has de tener una grande y resuelta determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera no tengas devoción, siquiera se hunda el mundo. Porque son tantos los trabajos que el demonio pone delante a los principios, para que no comience el alma a tener el cuarto de hora de oración, que es menester gran ánimo. Hace él esto, como quien sabe el gran daño que de aquí le viene, no sólo en perder aquella alma, sino muchas otras que por su medio se ganan.
- Pues, aunque reconozco que soy inconstante, con la ayuda de Dios y tu intercesión estoy resuelto a no volver atrás.
- Torno, pues, a avisarte, porque va tanto en esto, que vayas al comenzar la oración con esta determinación, de no dejar ningún día la oración, porque si el demonio te ve con esta determinación, de que antes perderás la vida y el descanso y todo lo que se ofreciere, que tornar atrás, muy más presto te dejará, porque aquí no tiene tanta mano para tentar, que tiene el gran experiencia que le hace gran daño, y cuanto él ordena para dañarlas, viene en provecho de ellas. Más si te conoce por mudable y que no estas firme en el bien y con poca determinación de perseverar, no te dejará ni a sol ni a sombra; miedos te pondrá e inconvenientes que nunca acabes.
Hay también una razón que hace mucho al caso, y es que pelearás con más ánimo si sabes que venga lo que viniere, no has de volver atrás; y es como uno que esta en una batalla, que sabe que si le vencen no le perdonarán la vida, y ya que no muera en la batalla ha de morir después, pelea con más determinación y quiere vender cara su vida, y no teme tanto los golpes, porque lleva delante lo que le importa la victoria, y que le va la vida en vencer.
- Quiero vencer en esta batalla, y aunque me siento flaco y reconozco mi inconstancia, confío que todo lo podré en Dios que me conforta.
- Aunque ésta determinación, que he dicho, importa el todo, por el todo, no por eso digo, que si no la tuvieres, dejes de comenzar oración, porque el Señor te irá perfeccionando y cuando no hicieres más que dar un paso por Dios, tiene en sí tanta virtud, que no tengas miedo de que quedes sin recompensa y dejes de ser muy bien pagado; porque es tan mirado nuestro buen Dios, que no deja ningún servicio sin paga. Así que, aunque no prosiguieras en este camino de oración, lo poco que hubieras andando por él te dará luz para que vayas bien por otros caminos, y por cosa ninguna te hará daño el haber comenzado, porque el bien nunca hace mal. Por tanto, empieza desde hoy el cuarto de hora de oración, con ánimo resuelto de no dejarlo nunca por nada ni por nadie, como en cosa que te va la vida y vida eterna. No te desanimes que yo te ayudaré.
- Antes perderlo todo que el ánimo de perseverar en la oración. Y si algún día, por desgracia faltare, propongo al día siguiente recompensarlo y vengarme de mi inconstancia, dedicando media hora y un poco más de tiempo a la oración.
-Vista vaya tu determinación, debo indicarte el fin que debes proponerte en la oración. La finalidad de la oración, por muy alta que sea, es hacer obras en que se muestre el amor que tenemos a Dios; y el que hubiere de ejercitar conviene que no ponga su fundamento en sólo rezar o contemplar, porque si no procura el ejercitar y alcanzar virtudes no crecerá; siempre se quedará enano. Y Dios quiera que sea sólo no crecer; pues ya se sabe, que quien en este camino no crece, decrece porque el amor tengo por imposible esté siempre en un ser. El aprovechamiento del alma no está sólo en pensar mucho en Dios, sino en amarle mucho; y este amor se adquiere determinándose a obrar y padecer por El. Por esto, hallarás al final de la meditación de cada día un propósito especial de practicar alguna virtud o desarraigar un vicio, Pues éste es el fin de la oración.
Entiende bien que toda pretensión de quien comienza oración ha de ser trabajar, determinarse y disponerse con cuantas diligencias pueda para conformar su voluntad con la de Dios. Y en esto consiste toda la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual. Quien más perfectamente hiciere esto, más recibirá del Señor y más adelante está en el camino de perfección.
- Así lo haré: propondré arrancar una mala hierba del huerto de mi corazón y que brote alguna flor de virtud para agradar a Jesús.
- Está bien, más debe procurar, el que comienza oración, no hacer caso de una humildad que hay de, que les padece humildad no entender les va dando dones: entendamos bien, como ello es, que los da Dios, sin ningún mérito nuestro, y agradezcámoslo a su Majestad, porque, si no conocemos lo que recibimos, no nos despertamos a amar; y es cosa muy cierta, que mientras más vemos estamos ricos, sobre conocer somos pobres, más aprovechamiento nos viene, y aún más verdadera humildad. Lo demás es acobardar el ánimo, para que crea, que no es capaz de grandes bienes, si en comenzando el Señor a dárselo, comienza él a atemorizarse con miedo de vanagloria. Cree que quien te da los bienes, te dará también gracias, para que en comenzando el demonio a tentarte en este punto, le entiendas y tengas fuerza para resistirle, además es imposible, conforme a nuestro natural, tener ánimo para cosas grandes, quien no entiende está favorecido de Dios, porque somos tan miserables e inclinados a cosas de la tierra, que mal podrá aborrecer todo lo de acá, si no entiende tiene una prenda de lo de allá, porque con estos dones, el Señor nos da la fortaleza que perdimos con nuestros pecados, y mal deseará se descontenten todos de él, y le aborrezcan, y todas las demás virtudes grandes que tienen los perfectos, si no tiene alguna prenda del amor que Dios le tiene, y juntamente fe viva: porque es tan muerto nuestro natural, que nos vamos a lo que presente vemos: y así estos mismos favores son los que despiertan la fe y la fortaleza, y pues es lícito y tan meritorio, que siempre tengamos memoria que tenemos de Dios el ser, que nos creó de la nada y nos conserva continuamente en la existencia, y todos los demás beneficios de su muerte y trabajos que muchos antes que nos crearse tenía hechos por cada uno de los que ahora vivimos, ¿Por qué no será lícito que entienda yo, vea y considere, que solía hablar en vanidades muchas veces, y que ahora me ha dado el Señor la gracia de no querer hablar sino con él? Y acordándonos que ésa joya es dada de Dios, forzado nos convida a amor, que es todo el bien de la oración, fundada sobre humildad, y a entender que no tenía el alma nada de esto, y conocer la largueza del Señor; y procura el alma sacar fuerzas de nuevo para servir y no ser ingrata, porque con esta condición nos da el Señor este tesoro; y si no usamos bien de él, nos lo tornará a tomar y nos quedaremos muy pobres.
- Gracias, Teresa, por tu sublime y olvidada lección. ¡Cuántas almas nos perdemos, por no considerar los beneficios generales que Dios nos ha hecho! ¡Cuantos no progresan en el camino de la virtud por no considerar los beneficios particulares que Dios les dispensa! No lo haré yo así, en adelante: uno de las meditaciones mas continuas será la de los beneficios especiales que Dios me ha hecho, para animarme y disponerme a grandes cosas.
- Quiero fortalecer tu espíritu contra una prueba que el divino jardinero da muchas veces al principio y otras al final de este camino, para probar a sus armadores y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la Cruz, antes que ponga en ellos grandes tesoros Y también para que entendamos lo que somos, porque son de tan gran dignidad las mercedes que hace después, que quiere veamos por experiencia nuestra miseria antes que nos lo dé, porque no nos suceda lo que a Lucifer.
- ¿Cuál es esta prueba Teresa?
- Son las sequedades y distracciones. En la oración hallarás a veces gran consuelo. Otras, sequedades, aridez, distracción. A los principios tendrás más trabajo en sacar agua del pozo, recogiendo los sentidos mal domados, y en discurrir con el entendimiento. Ten confianza que si perseveras el Señor te ayudará a sacar agua con noria, o te abrirá un arroyo que te la riegue, o quizá él mismo enviará lluvia que riegue tu jardín sin ningún trabajo. Lo que importa mucho a los principios es, que no hagas caso de estas sequedades y distracciones en los pensamientos. Nadie se apriete ni se aflija por ello, si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado. Comienza a no espantarte de la Cruz y verás como te ayuda a llevarla el Señor, y te la hará amable y te engolosinarás de ella con el contento con que andarás y el provecho que sacarás de todo. Estas sequedades y tormentos nacen a veces del demonio, que procura fatigarte y disgustarte para que abandones la oración. Nacen de la imaginación, esta loca de la casa que cual importunar mariposilla anda de aquí para allá sin fijarse en cosa de provecho. Nacen, a veces, de la poca solicitud de tu perfección, de tu infidelidad, de tu mente que se ocupa en vanos pensamientos todo el día, o de tu corazón, que estando aficionado a las criaturas, vuela a donde se halla su tesoro disgustado de Dios, a quien no ama. Muchas veces viene de mala disposición del cuerpo.
Por tanto, has de notar, que el alma, que en este camino de la oración, comienza a caminar con determinación, y puede acabar consigo de no hacer mucho caso de consolarse ni desconsolarse mucho, porque le falten estas ternuras y gustos, que suele dar el Señor, que tiene andado gran parte del camino, y no haya miedo a tornar atrás aunque tropieze y caiga que de esta caída sacará Dios bien, sino procure ir adelante porque va comenzando el edificio con firme fundamento. No está el amor de Dios en tener lágrimas, y estos gustos y ternura, sino en servirle con gran justicia y fortaleza de ánimo y humildad; y así, si no los tuvieras, no te fatigues y entiende no es menester pues su Majestad no te la da para que seas señor de ti mismo, que lo contrario es falta y no andar con libertad de espíritu. Sé pues varón y no de los que se echaban a beber de bruces cuando iban a la batalla con Gedeón, sino que te determines, que vas a pelear con todos los demonios y que no hay mejores armas que las de la Cruz: no te acuerdes de que hay regalo en lo que comienzas, porque es muy baja manera de comenzar a labrar un tanto precioso edificio; y si comienzas sobre arena darás con todo en tierra y así nunca acabarás de andar disgustado y tentado.
- Me admira, Teresa, este empeño en querer, que incluso tus hijas no sean en nada mujeres, ni lo parezcan, sino fuertes y esforzados varones, que espanten al mundo. ¿Por qué tal empeño?
- En este siglo sin fe ni piedad la gente flaca hemos de confundir el orgullo del mundo, que juzga las virtudes cristianas por imposibles. Por eso les decía a mis hijas: " Si hacéis lo que es en vosotras, el Señor os hará tan fuertes que espantéis a los hombres, y qué fácil es a su Majestad, pues nos hizo de la nada". Porque sé por experiencia cuanto ayuda, que sean animosos los deseos para que también lo sean las obras; por eso siempre os exhorto a desear grandes cosas. Espántame lo mucho que aprovecha a un alma en este camino determinarse a grandes cosas, aunque luego no tenga fuerzas.
- Seré animoso con la ayuda de la gracia de Dios.
- Procura tener gran confianza que Dios ayuda a los fuertes, y quiere su Majestad y es amigo de almas animosas, como vayan con humildad y ninguna confianza de sí mismas. No perdió nada San Pedro por haberse arrojado al agua, aunque después temió, porque nadie pudo quitarle el gozo de haber andado aquel rato por las aguas sin hundirse. Te aseguro que estas primeras determinaciones son gran cosa.
- Entonces voy a decidirme a grandes cosas.
- Sí, pero conviene que no lo hagas sin consejo y fuera de la obediencia.
- ¿De quién tengo que tomar consejo?
- De tu director espiritual. Las cosas del espíritu son tan difíciles y oscuras, que es menester guiarse por parecer ajeno. Además el demonio se transfigura en ángel de luz muchas veces, y sabe imitar todas las virtudes menos la obediencia: por eso, aunque hicieras milagros, si vas contra la obediencia de tu padre espiritual, no me fiaría de tu virtud. Ningún obediente se ha condenado jamás.
- ¿Luego me es necesario un director que me guíe en el camino de la oración?
- Absolutamente necesario. Y si no lo tienes de debes procurártelo desde hoy, y escucharle como a un ángel que enviase Dios, y no hacer nada sin su consejo. En veinte años no hallé yo confesor que me entendiese: Los más me aprobaban los pasatiempos y conversaciones que tenía, y por esto no adelante en la virtud hasta que hallé uno bueno
- ¿Y dónde hallaré uno bueno?
- Para confesar todos los sacerdotes son buenos, mas no para dirigir a toda clase de personas.
" Entre mil -decía S. Juan de Ávila, apenas hallarás uno " . Porque debe ser, en primer lugar, letrado o sabio, puedes buen letrado nunca me engañó: y mi alma sufrió muchísimo con los medio letrados, y no progresó en el camino de la virtudes hasta que no halló un sacerdote letrado que la entendiese y la enseñase oración. Pide con insistencia a S. José que te envíe un buen director para tu alma, y si no lo hallares toma al santo bendito por tu especial director en el camino de la perfección; y si acudes a él en tus dudas con humildad y confianza, ten por cierto que no errarás el camino y adelantarás mucho en poco tiempo. Mi alma no supo orar con perfección hasta que me enseñó mi padre San José, maestro de oración, de recogimiento y de familiar trato con Dios.
- Bendito sea mi padre San José, que socorre en toda necesidad, y a quien debe tanto mi alma. El y tú seréis mis principales maestros y directores en el camino de la oración; y con esto y la obediencia a mi director espero no errar. Ahora comprendo por qué nos recomienda nuestra madre la Iglesia que pidamos a Dios que haya santos y sabios sacerdotes.
- Un buen maestro, sabio, temeroso, que previene los peligros, es todo el bien que un alma espiritual puede acá desear. Mis hijas tienen especial encargo de encomendados todos los días al Señor. ¿Qué seríamos sin ellos entre tan grandes tempestades como ahora tiene la Iglesia? Además, importa mucho, que tu director sea avisado y de buen entendimiento, y que tenga experiencia. Si con esto tiene letras es de grandísimo provecho; más si no se pueden hallar las tres cosas juntas, las dos primeras importan más. Has de mirar que sea de espíritu esforzado y no cobarde, y que no sea tal tu maestro, que te enseñe a ser sapo, o a cazar lagartijas, o a andar como pollo trabado, esto es, que no te anime a hacer cosas grandes en el servicio de Dios. Cuando le hayas hallado así, procura tratar con él con toda claridad y confianza las cosas de tu alma, y síguele en todo; no te equivocarás y adelantarás mucho en la virtud, y vivirás en gran paz. Si no obedeces a tú confesor aunque te parezca que trabajas mucho y te fatigas, para andar por el camino de la perfección, te sucederá lo que al caminante, que da grandes pasos, pero fuera del verdadero camino. Cuanto más anda, más se fatiga en vano, porque más se aparta del último fin. ¡A cuantos tiene el demonio y su amor propio engañados! Se afanan mucho y recogen poco o nada para el cielo, porque obran por capricho, o lo que es peor, contra el dictamen de su director. No seas tú de esos.
- Prometo hacerlo siempre así; prefiero levantar pajas del suelo por obediencia, que hacer milagros y las más grandes cosas contra ella; porque obedeciendo a los que Dios ha puesto en su lugar, sé cierto que jamás erraré.
- Así imitarás mi ejemplo, que a pesar de las visiones y revelaciones, obraba siempre, no lo que el Señor me enseñaba privadamente, sino lo que me mandaba por la persona de los confesores.
Quiero también prevenirte contra ciertas tentaciones muy ordinarias en los que comienzan a hacer oración. La primera es desear que todos sean muy espirituales, pues como verás el sosiego y ganancia que es la oración, querrías que todos la tuviesen. El desearlo no es malo; el procurarlo, puede ser no bueno, si no hay mucha discreción y disimulación, y se haga de manera, que no parezca que quieres enseñar, porque el que hubiera de hacer algún provecho en este caso, es menester tenga las virtudes muy fuertes, para que no dé tentaciones a los otros. Porque como ven por una parte hablar grandes cosas de los bienes que hay en la oración, y por otra parte ven la pobreza de virtudes, tiéntanse, y no les padece se puede compadecer lo uno con lo otro.
Otra tentación que va contra el celo de virtud es la pena por los pecados y faltas que ves en los otros, y hacerte creer el demonio que es esto pena de ver a Dios ofendido y querrías remediarlo; e inquieta esto tanto, que impide la oración, y el mayor daño es pensar que es virtud y perfección y gran celo de Dios.
- Pues, ¿no hemos de sentir los defectos de los demás y desear remediarlos?
- Cuando el sentimiento por los defectos de los demás procede de la caridad, no nos inquieta, ni produce indignación, ni nos impide concentrarnos en la oración, sino que en lugar de inquietarnos, nos inunda paz; en lugar de indignarnos contra el prójimo, nos llega de entrañas de misericordia y nos enternece hasta derramar lágrimas de compasión por él; nos hace rebosar de devoción y lágrimas. En cambio, cuando es tentación del demonio, los efectos son muy contrarios; nos llena de inquietud, indignación y desprecio hacia el prójimo; nos impide concentrarnos en la oración, y nos quita por completo la devoción. Por eso debemos desechar ésta tentación mirando las virtudes y cosas buenas de los demás y tapando sus defectos con los nuestros y pensando, que si no fuera por la gracia de Dios, nosotros seríamos mucho peores que ellos. Esta es una manera de caminar, que aunque luego no se alcanza con perfección, se viene a alcanzar una gran virtud, que es tener a todos por mejores que a nosotros. Quiero darte aún otras advertencias.
- Dime, Teresa, pues me está resultando muy interesante tu conversación.
- Lo primero es que procures soledad al hacer tu oración, en cuanto te sea posible, como lo hacía Cristo, para darnos ejemplo, que no se sufre hablar con Dios y con el mundo.
- Pero sí estoy todo el día ocupado trabajando.
- Es un error pensar que a Dios sólo se le puede encontrar en el retiro del templo. También entre los pucheros anda el Señor. ¿No llena él el cielo y la tierra? ¿No esta en todos los lugares y más en tu corazón? ¿Quién te priva, entonces, de recogerte a tu interior, y allí a solas, si no puedes otra cosa, hablar con Dios regalarte con él, hablarle, no oraciones compuestas, sino de la pena del corazón? La gente está en lo exterior, pero no puede entrar en tu interior, y ver y estorbar lo que pasa entre Dios y tu alma, libre el pensamiento y desocupado de otras cosas, y con toda determinación de no tórnalo a tomar. De modo que el cuarto de hora de oración podría llamarse de soledad, pues sin ella sacarás poco o ningún provecho. Pero quiero darte un compañero y fiel amigo que haga provechosa y llevadera tu soledad.
- ¿Cuál es Teresa?
- Es un libro de oración como éste que ahora lees. Es muy buen remedio un libro para recoger el pensamiento, y poco a poco ir acostumbrando el alma con halagos y artificios para no la amedrentar.
- Es verdad que amedrenta a los cristianos e incluso a personas devotas el solo nombre de oración.
- Porque no saben lo que es; porque quieren vivir a sus anchuras; porque su alma esta fea, llena de
pecados, (al menos veniales); y como la oración es el espejo del alma, huyen de ver su retrato, porque no quieren corregirse de sus defectos. No seas tú así y haz cuenta, al comenzar la oración que tu alma es como una esposa, que hace mucho que abandonó su hogar, y hasta que quiera volver a su casa hace falta mucho y saberlo negociar, que así somos los pecadores. Tienes tan acostumbrados a tu alma y pensamientos, a andar a su placer, o pesar, por mejor decir, que la pobre alma no se entiende, que para que vuelva a tomar amor a estar en su casa, es menester mucho artificio: si no es así y poco a poco nunca harás nada. Dieciocho años estuve yo que, si no era en acabando de comulgar, jamás osaba comenzar a tener oración sin libro, que tanto temía mi alma estar sin él en la oración, como si con mucha gente fuera a pelear: con este remedio, que era como una compañía o escudo en que había de recibir los golpes de los muchos pensamientos, andaba consolada. La sequedad era siempre cuando faltaba libro, que era luego desbaratada el alma; y los pensamientos como perdidos; con este los comenzaba a recoger, y como por halago llevaba el alma; y muchas veces, en abriendo el libro, no era menester más; otras, leía un poco, otras mucho, conforme a la merced que el Señor me hacía.
- ¿Entonces debo leer cada día todo lo que hay en cada meditación?
- No es necesario. Si a la primera línea hallas lo que deseas, es decir, que tu alma se recoge y se despierta a amar, no pases a la segunda. Por eso hay varias rayitas o puntos que te indican las paradas que debes hacer. ¿Sacudirás el pedernal con el eslabón si al primer golpe sacas chispas y enciendes el fuego?
- Natural mente que no.
- Pues ten en cuenta, que la meditación se ordena a iluminar tu entendimiento para mover tu voluntad al amor a Dios. Por eso, si al primer punto que lees, hallas esto, no vayas más adelante y pasa allí el cuarto de hora de oración. Al día siguiente podrás continuar. Guárdate de la prisa o precipitación que es la peste de la vida espiritual.
- Pues ¿Por qué hay tantos libros y tantas meditaciones?
- Por la misma razón que hay decía muchas clases de frutos, para contentar todos los gustos. Pues a esto se ordenan tantas y tan variadas meditaciones. Y nota que así como los frutos no vienen todos de una misma estación, así estás meditaciones no debes usarlas todas en un mismo día, sino unos días unas, otros, otras, según el gusto especial de tu alma, en esto Dios te ha dejado libertad, y ha provisto de variedad de frutos, que es mucho de temer el hastío si se come siempre de un mismo manjar.
- Pero hay manjares que son de más sustento y dan mayor robustez al cuerpo: también los habrá de esta condición para el espíritu.
- Sabiamente discurres y esto es lo que te encomiendo observes con mucho cuidado. De las meditaciones de este libro debes escoger las que más te despierten a conocer y amar a Dios, a aborrecer al mundo, al demonio, y carne, a detestar los pecados y seguir la virtud, y éstas debes repetir con frecuencia todos días, o muchos años, quizás toda la vida o mientras saques provecho de ellas.
¿Y cómo conoceré esto? ¿Qué fruto debo sacar?
- Lo que más te despierte a amar a Dios y al prójimo; esto haz toda la vida, pues lo has de hacer eternamente en el cielo. Sacar?
- Lo que más te despierte a amar a Dios y al prójimo;
Ya sabes que yo muchos años las más noches, antes de dormirme, cuando para dormir me encomendaba a Dios, siempre pensaba un poco en el paso de la oración del huerto, aún desde que no era monja, porque me dijeron que se ganaban muchos perdones (indulgencias).
- ¿Y no te cansaste de pensar siempre lo mismo?
- No, antes creo que por aquí ganó mucho mi alma, y comencé a tener oración sin saber qué era; y la costumbre tan ordinaria de que no dejase esto como el santiguarme para dormir. Quisiera que tuvieras mucha devoción a este paso y te acostumbrases a acompañarle todas las noches un momento, como yo lo hacía, considerando a Jesús sólo en el huerto, agonizando por amor a tí y sudando sangre.
- Lo haré. Jesús en este misterio sufre juntamente toda su pasión. Además viéndolo sólo pienso que admitirá mejor mi compañía como quien está necesitado de alguien que le consuele.
- Esto es lo que yo pensaba al acompañar al Señor en su agonía, y como te digo por aquí ganó mucho mi alma, y la tuya también mejorará.
- ¿Y es verdad que se ganan muchachas indulgencias meditando?
- Puedes ganar cada mes una indulgencia plenaria, si tienes o enseñas a otros a hacer un cuarto de hora de oración cada día y muchas indulgencias parciales. Así que no te contentes con hacer ese rato de oración sino enséñale también a otros jóvenes, que, no conociendo ni gustando cuán suave es el Señor, cuán amoroso su trato, van derramados en busca de amistades y placeres que el mundo les ofrece, pero que jamás los da, porque sólo se hallan en la amistad y trato a solas con el Señor.
- Enséñame a orar tú, Teresa y yo te prometo, en prueba de mi agradecimiento, por esta gracia tan grande, que enseñaré a muchas almas oración, pues veo que es el medio más eficaz para salvarse.
- Oye, pues, lo que debes hacer antes y después de la meditación. Sólo debo advertirte, que siendo la meditación u oración trato de amistad con Dios, al principio deberás usar estas preparaciones; más adelante quizá no te serán precisas. Porque ya sabes lo que sucede con el trato frecuente: se empieza primero con recíprocos cumplimientos, luego se visita sin ceremonia, y se llega, a la más íntima confianza. Así te sucederá con la oración, que es trato con el mejor de los amigos, que es Dios. Acostumbrado a la oración llegarás a una santa familiaridad e ilimitada confianza con Dios, como me sucedía a mí, que lo trataba con un estilo abobado y todo me lo sufría el Señor. Y se que esto es lo que le agrada al Señor: verse tratado con la sencillez y confianza de un hijo con su padre. Desengáñate, no sabrás orar bien, hasta que no sepas hablar y quejarte con Dios y decirle boberías.
- Qué fácil sería orar si nos conociésemos y conociéramos la condición de Dios, que es nuestro Padre, más deseoso de darnos bienes que nosotros de recibirlos. Ayúdame en esta empresa y enséñame el modo práctico de tener oración mental.
- Al empezar dirás con la mayor fe y humildad lo siguiente:
ORACION PREPARATORIA
Omnipotente Dios, Señor y Padre mío amorosísimo, yo creo que por razón de tu inmensidad estás presente en todo lugar, que estás aquí dentro de mí en medio de mi corazón viendo los más ocultos pensamientos y afectos de mi alma sin poder esconderme de tus divinos ojos... te adoro con la mayor humildad y reverencia desde el abismo de mi miseria y de mí nada... te pido perdón de todos mis pecados, que detesto con toda mi alma, y te pido gracia para hacer con devoción este cuarto de hora de oración, que te ofrezco a tu mayor gloria... Padre eterno, enséñame oración. Por Jesús, por María, por José y Teresa de Jesús, enséñame a orar, para conocerme y conocerte, para amarte y hacerte siempre amar. Amén.
ORACION FINAL
Te doy gracias, Señor, por los buenos pensamientos, afectos y propósitos que me has inspirado en este rato de oración... todo te lo ofrezco a tu mayor honra y gloria...y te pido la gracia eficaz de ponerlos por obra... Padre eterno, por Jesús, por María, por José y Teresa de Jesús, dame gracia ahora y siempre para cumplir en todas las cosas tu santa voluntad. Así sea.
EXAMEN DE LA MEDITACION
1º) Antes de empezar la meditación ¿He reflexionado a qué iba y con qué fin?...
2º) ¿La he comenzado con deseo eficaz de hacerla bien y aprovecharme de ella?...
3º) ¿He pensado antes los propósitos que debía hacer y las gracias especiales que debía pedir?...
4º) ¿He avivado la fe en la presencia de Dios, creyendo que iba a hablar realmente con él que es mi Padre?...
5º) Le he ofrecido la meditación y he pedido gracia para hacerla con fruto?...
6º) ¿He descuidado la composición de lugar?...
7º) ¿He leído con detención los puntos, pensando que Dios me hablaba, y he aplicado lo que leía al estado presente de mi alma?...
8º) ¿He sacado de aquí propósitos prácticos?...
9º) ¿He guardado la conveniente postura del cuerpo?...
10º) ¿Me he dejado vencer del sueño o de la pereza?...
11º) ¿He dado lugar a pensamientos inútiles?...
12º) ¿Me he envanecido por haber sentido fervor?...
13º) ¿Me he inquietado por las sequedades o desolaciones?...
14º) ¿He abreviado la oración por motivo de sequedad, tentación, u otro pretexto?
15º) ¿Qué propósitos he sacado? ¿Pienso ponerlos hoy mismo en práctica? ¿En qué ocasiones?...
16º) ¿He pedido la gracia eficaz de ponerlos por obra?...