MORADAS CUARTAS
Aunque para llegar a ellas parece ser necesario haber estado en las otras mucho tiempo, no es regla cierta puesto que Dios puede dar su gracia como quiera y así lo hace. Pocas veces hay tentaciones graves y si las hay es para mayor ganancia, pues de lo contrario podría caer en la soberbia.
Diferencia entre contentos y gustos: los contentos pertenecen a las moradas primera, segunda y tercera. Los contentos nacen de la meditación y las buenas obras que hacemos con la ayuda de la gracia. Son muy semejantes a los contentos terrenos: acertar una quiniela, aprobar un examen, etcétera. Los contentos comienzan en nuestro natural y terminan en Dios. Los gustos por el contrario, comienzan en Dios y terminan en nuestro natural produciendo una dulzura interior, una paz, y un gozo extraordinarios e inefables.
Mientras que los contentos aprietan el corazón produciendo unas lágrimas congojosas, los gustos lo ensancha como dice el saldo ciento dieciocho: « Correré por el camino de tus mandamientos cuando me ensanches el corazón» (Sal. 118,32).
Los que todavía tiene contentos suelen declarar al meditar en la pasión o en sus pecados, pero es conveniente que se ocupan también entre hacer tus de avanzada para Dios, y juzgarse de su bondad y de su prender tercera, así como en desear su honra y gloria, como decimos en el padre nuestro: « Santificado sea tu nombre», pues esto despierta mucho la voluntad para amar a Dios.
Para aprovechar mucho en este camino y llegar a las moradas que deseamos no esta la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; por eso siempre debemos hacer lo que más nos mueva a amar a Dios. Amar más a Dios no consiste en sentir más gusto en la oración, sino en la mayor determinación de desear contentar en torno a Dios y procurar entre cuanto podamos no ofender común, y rogarle que vaya adelante su honra y gloria, y el aumento de su Iglesia.
Como la imaginación es distinta del entendimiento, puede ocurrir que el entendimiento esté ocupado en Dios y la imaginación en las cosas terrenales sin que lo podamos evitar pero esto sólo ocurre en las cuartas moradas. Pero por muchas distracciones que nos vengan en la oración, no debemos inquietarnos ni dejarla, que es lo que pretende el demonio.
Si estas distracciones vienen del demonio cesarán no haciendo caso de ellas y si proceden del pecado original, tengamos paciencia para sufrirlo por amor a Dios.
Las distracciones en la oración escapan de tal modo a nuestro control, que, en cierto modo, se burlan de nosotros y por eso debemos decir cómo la esposa en los Cantantes: « Llévame donde nadie me desprecie» (Cant. 3,1).
Todas las sentencias y trabajos que puede haber en esta vida no llega a tanto como estas batallas interiores. Estas distracciones cesan por completo en la séptima morada. Santa Teresa tuvo que sufrir estas distracciones durante muchos años y no cree que nadie sufra tantas como ella, por tanto no debemos afligirnos por ellas. Debemos pensar que por mucho que se burlen de nosotros mucho más se burlaron de Cristo los judíos en su pasión, cuando le daban bofetadas, le escupían, le trataban los ojos, le vestían el manto de púrpura, la corona de es piernas, y le trataban los ojos.
CAPÍTULO II
Como dijimos los contentos producen apretamiento del corazón, sollozos, e incluso movimientos exteriores. En cambio los gustos no producen nada de esto. Los contentos son como una fuente que se llena con agua que llega por una tubería y produce ruido al caer, en cambio, los gustos son como una fuente que se llena con el manantial de agua que brota del fondo. Por eso dijo Jesús a la samaritana: «El que deba del agua que yo le daré no volverá a tener sed, antes bien, el agua que yo le daré será en él un manantial de agua que salta hasta la vida eterna» (Jn. 4,14)
No existen palabras para expresar la felicidad que se experimenta en estas moradas. El alma comienza a sentirse enamorada de Dios, hasta el punto de que en los momentos de mayor fervor sólo desea decir: Dios mío, te amo, amor mío, te amo. Se da cuenta entonces como todas las riquezas del mundo no podrían darle jamás una felicidad semejante, ni siquiera el amor humano, por eso los que llegan a esta morada, no dudan en renunciar al matrimonio por amor a Dios. Cuando ven a los demás divertirse y gozar del mundo, no solamente no sienten envidia de ellos, sino que les dan lástima, de ver que están buscando la felicidad por donde no podrán encontrarla nunca, pues saben, que las cosas que este mundo nos dejan más vacíos que una calabaza.
La paz, quietud y suavidad que se experimenta supera a todos los deleites de esta vida, por eso, esta oración se llama de quietud, pues en ella El alma no quiere ni moverse ni pensar en otra cosa por miedo a perder algo del deleite que siente. A veces tiene la sensación de que Dios le estuviera dando un beso de amor y desearía que este beso no acabará nunca, y es que en esta alma está empezando a cumplirse lo que está escrito en el Cantar de los Cantares en el que la esposa comienza diciendo: « Béseme con el beso de su boca» (Cant. 1,1) El alma comienza a sentirse enamorada de Dios, y este amor le hace sentir una paz, un gozo y una felicidad inefables. Por eso las primeras veces que siente estos consuelos no acaba de creer que sean ciertos, pues le parecen sueños. Y es que a partir de esta morada en pieza el alma a gustar del cielo en esta vida y por eso le parece imposible, que en esta vida se pueda sentir tanta felicidad; tiene razón en resistirse a creerlo, pues esta felicidad es más propia de la otra vida que de ésta. Aunque la sensación que se experimenta es la del ensanchamiento del corazón, del gozo que siente, no nace esto del corazón sino de lo más íntimo del alma y de aquí, como un perfume, se va extendiendo por todo el cuerpo, y por todas las potencias del alma, de modo, que alma y cuerpo participan de este deleite. Parece que se va dilatando y ensanchamiento todo nuestro interior y produciendo unos bienes que no se pueden decir ni aun el alma sabe entender que es lo que se le da allí. No es esto cosa que se pueda antojar pues por más que nos empeñemos no lo podemos conseguir, y en ello mismo se ve no ser de nuestro metal sino de aquel purísimo oro de la sabiduría divina. Las potencias del alma no están unidas sino embebidas y mirando, como espantadas, qué es aquello. La voluntad esta unida a Dios. Es un gran don de Dios y muy grande si no vuelve atrás. El problema es cómo conseguir esta gracia. El único medio de conseguirla es humillarse reconociendo que no la merecemos y por tanto tampoco podemos quedarnos de que Dios no nos la de. Por eso dice Santa Teresa: « después de hacer lo de las moradas pasadas, humildad, por esta se deja vencer el Señor a cuanto de él queramos. Y lo primero en que veréis si la tenéis es en no pensar que merecéis estas mercedes y gustos del Señor ni los habéis de tener en vuestra vida». Esta es la mejor forma, de conseguirlo por varias razones. 1ª) Porque lo primero que hace falta es amar a Dios sin interés.
2ª ) Porque es falta de humildad pensar que por nuestros servicios miserables a Dios se pueda merecer una gracia tan grande.
3ª) Porque la verdadera disposición para esto es deseo de padecer y de imitar al Señor y no deseo de gustos.
4ª) Porque si no esta obligado Dios a dárnosla, pues es totalmente gratuita.
5ª) Porque perderemos el tiempo si intentamos conseguirla, pues aun que más meditaciones tengamos y aunque que más nos estrujemos y tengamos lágrimas, no viene este agua por aquí. Sólo se da a quien Dios quiere y muchas veces cuando menos se lo espera.
CAPÍTULO III
Los efectos de esta oración son muchos: en primer lugar un recogimiento sobrenatural que lleva a cerrar los ojos y desear la soledad y el trato con Dios. Así sin esfuerzo ninguno consigue más concentración en la oración, en un instante, que cual quisiera conseguiría después de mucho esfuerzo. Siente claramente la inspiración de Dios que desde el interior de su alma lo llama a la oración. Así como las ovejas acuden al silbo de su pastor, así todos los sentidos se recogen al escuchar el silbo amoroso de Cristo. Así como un caracol se esconde en su concha a sí todos los sentidos y potencias del alma se recogen hacia el interior. En esta oración lo que más se debe hacer es escuchar. El segundo efecto es el ensanchamiento interior, semejante a una fuente sin salida, que cuanta más agua brota de su manantial, más grande se hace.
En tercer lugar este ensanchamiento le da mucha más anchura en todas las cosas de Dios. Así el pensamiento del infierno no le angustia, pues lo que más teme no es condenarse, sino ofender a Dios. No teme perder la salud si hace penitencia y tiene muchos más deseos de hacerla. Va perdiendo el miedo a los sufrimientos que Dios pueda enviarle en esta vida y a veces los desea, pues tiene un gran deseo de hacer algo por Dios. En cuarto lugar ve que es una basura todo lo del mundo en comparación con los gustos de Dios.
Un aviso importante es que no se pongan en ocasiones de ofender a Dios, pues aquí el alma esta todavía como un niño de pecho, que si se aparta de los pechos de su madre ¿qué se puede esperar sino la muerte? Por eso el que llega aquí jamás debe dejar la oración, porque irá de mal en peor, y aunque esto le ocurre a todo el que se aparta de la oración, mucho más a los que están en la cuarta Morada. Pues el demonio los odia de un modo especial, precisamente porque ve que Dios les tiene un amor especial y hará todo lo posible por hundirlos, no sólo por la envidia que le causan, sino porque sabe que pueden hacer mucho bien en la iglesia.
Otro aviso importante es que se guarden del sueño espiritual, que consiste en quedarse embobados creyendo que están en oración de quietud, cuando en realidad, están casi dormidos.